Mayte Montaner Soria, secretaria general de UGT Serveis Públics PV, reflexiona en un artículo publicado en el diario Levante-EMV sobre la necesidad de no olvidar la dedicación y el sacrificio de los empleados y empleadas públicas durante la pandemia y de contar con gestores competentes ante las emergencias
Existen hechos históricos que marcan una época, que condicionan experiencias vitales y que sacuden conciencias provocando en nuestra memoria individual y colectiva un inmenso shock difícil de superar. Los atentados del 11M, la pandemia de la COVID-19 o la reciente DANA son claros ejemplos y en todos ellos aparece un denominador común que, aunque pueda pasar en un primer momento desapercibido, es vital en la superación de estas catástrofes: el papel esencial de los servicios públicos y de su personal.
Aunque está suficientemente estudiado cómo las experiencias traumáticas marcan emocionalmente a quienes las padecen, en ocasiones ocurren fenómenos paradójicos como es el de la “indefensión aprendida”, un concepto psicológico según el cual la persona se inhibe ante situaciones aversivas o dolorosas y termina por desarrollar pasividad ante ellas. Es un mecanismo más de supervivencia y adaptación. Ahora bien, el desafío que tenemos como sociedad es luchar para que esa pasividad no se proyecte al exterior, para que no acabe mutando en una falta de reconocimiento y de insensibilidad, tanto individual como colectiva, hacia quienes en ese momento fueron esenciales.
Y cuidado, porque las señales apuntan en esa dirección: la inversión sostenida en el Estado de Bienestar ha caído considerablemente. Con el cambio de Gobierno en la Generalitat, cada vez son más las fugas de agua en los servicios públicos esenciales, algo que venimos denunciando constantemente desde UGT Serveis Públics.
Estos días en los que hemos recordado el quinto aniversario del inicio del estado de alarma por la crisis del coronavirus es momento de preguntarse si la necesidad de contar con unos servicios públicos robustos para hacer frente a las emergencias es una lección aprendida.
El 14 de marzo de 2020, cuando comenzó el confinamiento, fue un día imposible de olvidar. Es innegable el protagonismo que cobraron los servicios públicos y su personal para garantizar y cuidar de nuestra salud, pero también para velar por la seguridad, los empleos y, en definitiva, por todo el entramado administrativo que sustenta y da viabilidad al Estado de Bienestar. Las trabajadoras y trabajadores del sistema sanitario público valenciano arriesgaron literalmente sus vidas para salvar las de miles de personas infectadas por un virus desconocido y mortal.
Y aunque hay que poner en valor la gestión de la pandemia que realizó el Consell (la comparación con otras comunidades como Madrid es imposible de evitar), la realidad es que el colectivo sanitario enfrentó la crisis con recursos limitados, sin protección adecuada frente al contagio y sin una referencia científica clara.
«Las decisiones políticas, aun cuando deban tomarse sin referencias como en el caso de la pandemia, deben priorizar la vida de las personas. Esto es lo que se exige y se espera de quienes están en política para servir a la ciudadanía. Y desde luego no caben en estas situaciones extremas la frivolidad y la incompetencia»
Lo mismo ocurrió con el personal muy feminizado de los servicios sociales que, con alto índice de contagio y escasos recursos, se quedó solo acompañando a las personas mayores y más vulnerables. También las fuerzas y cuerpos de seguridad que garantizaron el cumplimiento de los aislamientos, quienes limpiaron y desinfectaron nuestras calles o el personal que tramitó miles de expedientes de ayudas a personas y empresas.
Al fijarnos en esta efeméride, no podemos permitirnos la desmemoria, la indolencia respecto a la importancia de los servicios públicos. Pero tampoco obviar la responsabilidad de los gestores políticos que, al frente de las instituciones, deben asumir con compromiso y diligencia la dirección de las emergencias. Las decisiones políticas, aun cuando deban tomarse sin referencias como en el caso de la pandemia, deben priorizar la vida de las personas. Esto es lo que se exige y se espera de quienes están en política para servir a la ciudadanía. Y desde luego no caben en estas situaciones extremas la frivolidad y la incompetencia.
Y estos principios de gestión pública cobran ahora más importancia que hace un lustro, ya que en estos años aquellos que negaban la gravedad del virus, los beneficios de las vacunas o el cambio climático han penetrado ya en las instituciones desde donde se dirigen los servicios públicos y a su personal. Tengamos memoria, memoria de lo público.